Este domingo 7 de septiembre, la Iglesia Católica nos regaló una noticia que resuena con especial fuerza en nuestra comunidad del Instituto San Pablo Misionero: la canonización de dos jóvenes extraordinarios, Pier Giorgio Frassati y Carlo Acutis. Aunque ambos compartieron un profundo fervor espiritual, es la figura de Carlo la que nos interpela directamente. En él vemos a un santo de nuestro tiempo, un joven con jeans y zapatillas, que nos demuestra que la santidad no es una meta lejana o ajena, sino un camino posible y emocionante para nuestros estudiantes en su vida de todos los días.
Carlo era un muchacho como cualquiera de nuestros estudiantes: le apasionaban los videojuegos, el fútbol, la pizza y exploraba el mundo a través de internet. Sin embargo, lo que lo hizo extraordinario fue su profunda amistad con Jesús, la cual supo integrar a todos los aspectos de su vida. Su testimonio derriba el mito de que la santidad sea algo aburrido o desconectado de la realidad. Al contrario, nos enseña que ser santo es vivir con autenticidad, alegría y pasión, anclados en una fe viva.
La vida de Carlo Acutis dialoga directamente con los sellos que animan nuestro proyecto educativo en el ISPM. Vemos en él un reflejo de lo que buscamos sembrar en nuestros estudiantes. Carlo utilizó su talento con la tecnología para crear una impresionante exposición virtual sobre los milagros eucarísticos, un proyecto que hoy sigue evangelizando a miles de personas en todo el mundo. Nos muestra cómo ser misioneros en el “continente digital”, un espacio donde nuestros jóvenes pasan gran parte de su tiempo.
La figura de este nuevo “santo millenial” nos abre una valiosa oportunidad para conversar en familia sobre el uso de la tecnología, pero también nos interpela como comunidad educativa. Su vida es un testimonio vivo de que es posible armonizar fe y cultura, integrando la pasión por la tecnología con un profundo amor a Cristo y al prójimo.
Carlo no renunció a sus gustos ni a su personalidad para seguir a Jesús. Fue él mismo, un joven de su tiempo que supo encontrar a Dios en sus aficiones. Este es un poderoso mensaje para nuestros estudiantes: la santidad florece cuando somos auténticamente nosotros mismos, poniendo nuestros dones al servicio de un propósito mayor.
Este es el corazón de nuestra misión en el ISPM: guiar a nuestros estudiantes para que, al igual que Carlo, desarrollen una identidad fuerte y clara con espíritu crítico. Él no fue un consumidor pasivo de la cultura digital; fue un creador, un evangelizador que supo usar las herramientas de su tiempo para un bien mayor, reconociendo el valor inalienable de la persona a la que dirigía su mensaje.
Asumamos el desafío de formar jóvenes que, como Carlo, no solo naveguen por el mundo, sino que busquen transformarlo constructivamente. Que su vida nos recuerde que, al poner nuestra fe en acción, “La Esperanza no defrauda”, y que la santidad es el llamado alegre y audaz a vivir nuestra vocación humana en plenitud.